Las controvertidas elecciones en Venezuela, marcadas por denuncias de fraude y represión, han llevado al país a una situación crítica. Nicolás Maduro, en una clara señal de endurecimiento, ordenó a las cúpulas chavistas y fuerzas de seguridad actuar «de inmediato» para sofocar las protestas que se han desatado en todo el país. «Capturen a los cabecillas», instruyó Maduro, dirigiéndose a sus subordinados para restablecer el orden y enfrentar lo que llamó un intento de «golpe de Estado».
La represión no se hizo esperar. En Maracay, un joven perdió la vida durante las manifestaciones, mientras que el Foro Penal reportó una segunda víctima en Yaracuy. En Caracas, miles de personas salieron a las calles, coreando «¡Y va a caer, y va a caer, este gobierno va a caer!» y «¡Que entregue el poder ya!». Las protestas en sectores residenciales y de oficinas fueron dispersadas con gases lacrimógenos por las fuerzas del orden chavistas.
La situación se torna cada vez más tensa, con un creciente llamado internacional a una mayor transparencia en el recuento de votos. Mientras tanto, la oposición, liderada por María Corina Machado, no ha convocado oficialmente a las protestas, pero el régimen la acusa de incitar a la violencia y desestabilización.
El pueblo venezolano, clamando por libertad y el fin del régimen de Maduro, enfrenta una respuesta violenta que amenaza con encender la llama de una guerra civil. La comunidad internacional observa con preocupación el deterioro de la situación en Venezuela.