El 1 de febrero de 2004, Roger Federer alcanzó un hito trascendental en su carrera: tras conquistar el Australian Open, se convirtió en el número uno del mundo por primera vez.
Aquella edición del Grand Slam oceánico marcó el inicio de su dominio absoluto en el tenis. Federer avanzó sin ceder sets en las primeras rondas y superó a grandes rivales como Lleyton Hewitt y David Nalbandian. En la final, derrotó con autoridad a Marat Safin, logrando el primero de sus seis títulos en Melbourne.
Este triunfo fue el punto de partida de una era dorada. Federer ha ganado 20 torneos de Grand Slam, con récords en Wimbledon (ocho títulos) y el US Open (cinco consecutivos). Además, ostenta la segunda mayor cantidad de finales de Grand Slam (31) y permaneció 310 semanas como número uno del mundo, solo superado por Novak Djokovic.
Más allá de su éxito en la cancha, Federer se convirtió en un ícono global. Fue premiado múltiples veces por su deportividad y carisma, y los fanáticos lo eligieron su favorito durante 19 años seguidos. Su legado trasciende los títulos, consolidándose como uno de los mejores tenistas de la historia.