Editorial del 9 de noviembre de 2020
Una nueva vuelta atrás en lo que parecía una solución al pago del pasaje por los usuarios, y el control de la cantidad real de pasajeros transportados, que a su vez define el precio del pasaje y los eventuales subsidios que decide otorgar el estado a las empresas que cumplen con este servicio básico para la ciudadanía.
Hace 60 años que el servicio de transporte público de pasajeros de Asunción y del país es lamentable. Algunos recordarán cuando debíamos viajar en los denominados “taxis colectivos”, que eran unas combis donde ni los niños podían viajar parados, sin embargo, en medio del calor, se llenaban hasta reventar.
Y luego estaban los “camiones” chasis de camiones y carrocerías de micros con asientos de madera, o de chapa. Algunos de estos aún circulan en las líneas de ómnibus que nutren al gran Asunción.
Lo único diferente de aquella época y hasta entrada la década de los noventa en el siglo pasado, fueron los tranvías que ofrecían un servicio cómodo, limpio y seguro. Quizá por eso desaparecieron.
El mal servicio derivó en la compra – importación, de autos nuevos y especialmente usados, que hoy llenan las calles de la Capital, donde la estadística más reciente, expresa que hay 1.500.000 automotores (autos y motos) circulando por la ciudad, es decir que un quinto de la población nacional tiene vehículo propio.
Esto trajo aparejado otro problema, el tránsito y la necesidad de grandes inversiones para facilitar el movimiento de vehículos. Muchas de estas obras se ejecutan y ejecutarán sin dar una solución a la circulación de vehículos porque es tanta la cantidad de automotores circulando que nada alcanza para satisfacer la demanda.
¿Qué pasa con el transporte público de pasajeros? ¿Porque no puede modernizarse? El Metrobús parecía que traía una solución moderna a las necesidades de la ciudadanía, pero el proyecto se abortó por un mal desempeño de la empresa contratista.
El billetaje electrónico introduciría modernidad al sistema de cobros de pasajes y control de pasajeros transportados. Parecía que era un avance de años luz a la normalidad del cobro manual del pasaje por el conductor-cobrador y el pase por el molinete “cuenta ganado”, un sistema de control que tiene más de 50 años.
Una vez más el diablo metió la cola y los intereses personales de algunos empresarios del transporte y quienes proveen los servicios de tarjetas, parece que harán fracasar este adelanto en el esencial servicio que necesita y exige la comunidad.
No se consiguen tarjetas, o las mismas cayeron en manos de revendedores, no se acepta el pago en efectivo, conclusión, la gente, el pueblo no puede viajar a sus lugares de trabajo o donde sea que deban ir.
Solamente un estado de mano y decisiones firmes, sin mezcla de intereses permitirá que este sector, indispensable para el desarrollo de la vida ciudadana, avance otorgando un servicio acorde a las necesidades y a la historia de nuestra ciudad Capital.